domingo, 28 de noviembre de 2010

La Noche del Cazador

Erase una vez, allá por los lejanos años 50, en el que un escritor llamado Davis Grubb escribió un manuscrito que serviría como piedra filosofal de los malos sueños. Un oscuro cuento de terror que daría una vuelta de tuerca a las recopilaciones de los hermanos Grimm. La noche del cazador, se llamaba.

Por esa misma época y aprovechando el impulso del libro, Hollywood (con Grubb como co-guionista) lo llevaría al cine y nos dejaría una perla onírica que guardar en nuestro subconsciente. Charles Laughton entretejiendo la historia de Grubb entorno al celuloide. Robert Mitchum en plan estelar, llenando cada poro de la pantalla con una perversa y magnética atracción. Sin embargo, esa es otra historia.

Quiero hablar de la novela. No es más que un cuento. Hansel y Gretel, dicen algunos. Sin embargo, jamás la leyenda alemana de los niños perdidos me acojonó tanto como sentir el aliento de Harry Powell en el cogote. Es curioso cuando ves la película lo visual que esta puede llegar a ser: la figura del predicador recortada en la noche, el viejo tio Birdie sentado en su pontón junto al rio, la heladería de los Spoon.  Es curioso que todas estas imágenes que quedan pegadas a tus neuronas como garrapatas hambrientas, ya estaban en el libro de Grubb.

No es más que un cuento para niños, pero me cuesta imaginar a un padre eligiendo este relato para sus retoños. No, este material es para niños que ya hace mucho que crecieron, para revivir los miedos infantiles adormecidos en lo más profundo. Es una mirada al abismo, una de esas miradas lo suficientemente rápidas para que el abismo no te la traiga de vuelta. Es uno de esos recordatorios que te hace pensar en lo que fue y lo que habría podido ser. En la fragilidad y desnudez de la infancia frente a los lobos que merodean nuestros páramos.

La historia. Un tipo normal, allá en la América profunda, con la depresión a cuestas y levantando su familia a pulso. Un tipo cansado de todo que se decide a asaltar a un banco. Mala suerte. Dos hombres muertos y él herido. La policía acaba por encontrarle, pero jamás llegan a encontrar el dinero robado.

Nunca suelta prenda. Jamás dice donde está el dinero. Incluso en la penitenciaría estatal esperando su hora, nunca cuenta donde escondió ese tesoro manchado de sangre. Ni incluso a su compañero de celda, el predicador Harry Powell.

A partir de ahí, el tal Powell perseguirá el Dorado, buscándolo entre las ruinas de la familia del tipo en cuestión. Poco a poco, ira extendiéndose por la vida de la viuda y sus dos retoños como un cáncer maligno. Buscando un dinero que sólo los niños saben dónde está. Lo hará hasta que estos tengan que salir corriendo rio abajo buscando refugio quien sabe dónde.

No voy a desvelar ni a desgranar el resto de la historia. Si alguien quiere leer el libro jamas me lo perdonaría. Aun así, cabe decir que esta no es una historia de intriga, ningún cuento lo es. Lo bonito de los cuentos es que parece que tenemos grabado el final en el genoma. 

Como conclusión, tan sólo diré, que esta es la historia de una huida. Pero no se huye de Harry Powell, sino de la avaricia, de la ruindad y de los bajos instintos del ser humano. Se huye del mal. Un mal encarnado por el reverendo, proyectado en la pared de nuestra habitación como perversas sombras chinescas. Es la historia de cómo la niñez se levanta ante la maldad como un robusto monolito envuelto en el aura protectora de la candidez.

Y quizá, en esa inconmensurable fuerza adaptativa del niño subyace el problema en cuestión. Podemos estar seguro que no hay fuerza de la naturaleza que derroque la niñez, pero… ¿y si algo o alguien canaliza esa fuerza adaptativa por sendas de perversión?, ¿y si el próximo Harry Powell es más paciente?, ¿Y si los métodos del lobo feroz se vuelven más refinados?. Y esa idea, repiqueteando en nuestro cerebro, es con creces la sensación más inquietante que nos deja el libro.






Este mundo no es para los niños.


Lillian Gish (La Noche del Cazador)

1 comentario:

  1. Hace años que vi esta película y la verdad es que hace una aportación de la maldad que existe en algunas persona y lo bien que la saben ocultar.

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